lunes, 8 de mayo de 2017

Seguimos siendo felices y no lo sabemos




Por
Judith González Rivero*

En los últimos tiempos venimos escuchando frecuentemente la frase “Cuando éramos felices y no lo sabíamos”, como para añorar tiempos pasados. En mi modesta opinión creo que seguimos siendo felices y muchos siguen sin  darse cuenta.

Claro está, esa frase que interpelamos no es ingenua, ha sido colocada por los dispositivos hegemónicos (los amargados de siempre, dijera Chávez) en el imaginario colectivo para sembrar de desesperanza e infelicidad  al pueblo

Y argumentos para estos señalamientos, sobran, de los cuales en estas cortas líneas haremos un somero repaso; para muchos felices que aun lo ignoran.

No pretendemos negar la delicada situación que vive el país, a partir  de un despiadado boicot en contra de nuestra economía,  para socavar a la revolución bolivariana, tras el fallecimiento del comandante Chávez, a lo cual se sumó, la caída brusca del precio del petróleo,  lo cual ha generado angustias y golpeado fuertemente a la mayoría de la población, sobre todo a los sectores populares. Sin embargo, frente a esto el Gobierno Bolivariano del presidente Nicolás Maduro, no descansa en sus esfuerzos por brindar protección a las familias venezolanas y es lo que ha permitido la estabilidad de la nación y que no se quiebre la entereza del pueblo bolivariano.

Con todo y esta panorámica, llegamos al millón y medio de viviendas entregadas por la revolución;  contamos con los Claps (Comités locales de abastecimiento y producción), que con fallas propias de un programa de esa envergadura, junto a otros planes de abastecimiento, es con lo que se ha sostenido la  economía familiar de las clases populares;  han sido entregadas tarjetas de Hogares de la patria a cerca de un millón de hogares, para el beneficio de los más humildes;  se han aprobado seis  aumentos del salario mínimo y de pensiones, y sus ajustes en todas las escalas, más otros beneficios laborales, entre 2016 y este año (35 aumentos salariales en 18 años de revolución, mientras que en 40 años de gobiernos de derecha solo fueron nueve). Más el funcionamiento y apalancamiento por parte del Estado,  de más de 20 misiones y grandes misiones, desde donde se administran programas sociales en áreas como salud, educación, alimentación, entre otros. 

Si damos una mirada al entorno educativo, podemos darnos cuenta de las 30 universidades creadas en revolución, más la existencia de otro lote de universidades convencionales. Ninguna  ha sido cerrada, a todas el Estado les provee de recursos,  y todas siguen de forma gratuita garantizando el derecho a la enseñanza, con providencias para sus estudiantes, como becas, comedor, biblioteca, HCM, entre otros. A diferencia de otros países, donde la educación universitaria no es un derecho. Somos el quinto país del mundo, con mayor matrícula universitaria, certificado por la Unesco.

En el plano de la paz, somos una nación envidiable  para muchos en el planeta;  veámonos en el espejo de Colombia, país que sufre las consecuencias por más de 50 años de conflicto armado; demos un vistazo a los países hermanos del medio oriente, tras la invasión del imperio estadounidense y sus  aliados: Afganistán, 13 años en guerra; Irak, 10 años en guerra; Libia, 6 años en guerra; Siria, 5 años en guerra, con cifras lamentables de pérdidas humanas, materiales, y de patrimonios culturales. Exhibimos una estabilidad que solo la garantiza un gobierno humanista, preocupado por los que menos tienen, respetuoso del estamento legal, y garante de la soberanía y autodeterminación  de nuestra patria.

Ahora, bueno es preguntarse qué han hecho los sectores que adversan a la revolución y que tienen responsabilidades de gobierno, ¿dónde quedó la promesa de eliminar “las colas”?, ¿qué alternativas en el marco de la situación económica y a favor del pueblo venezolano han puesto en marcha? Son interrogantes para quienes quieren contagiar  su odio al pueblo.
Muchos aprendizajes nos ha dejado la guerra económica, entre estos: valorar lo que tenemos,  no derrochar, incrementar la  creatividad, ser ingeniosos, emplear alternativas. Toda crisis es siempre una oportunidad, como lo explica Rigoberto Lanz en El Arte de Pensar sin paradigmas, y el pueblo venezolano muy bien lo ha demostrado.

Estimamos que este rápido repaso, en el que obviamente no ha quedado agotado el tema, permita ver  a aquellos ciegos de felicidad, que pese a las circunstancias difíciles, que  avizoró el comandante Chávez, y que estamos seguros superaremos, sobran las razones para ser felices, mientras estemos en revolución.

*Periodista egresada de la Universidad del Zulia (LUZ). Msc en Ciencias de la Educación. Docente a Dedicación Exclusiva del PFG Comunicación Social de la UBV Sede Monagas.

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